¿Para mujeres o para hombres? Nos podemos hacer esta pregunta ante muchos de los objetos que vemos en la exposición del Museo de Altamira. ¿Vestían de manera diferente las mujeres y los hombres en los tiempos de Altamira? ¿Usaban adornos distintos? ¿En su vida diaria se repartían las tareas por igual o había tareas específicas para mujeres y para hombres?
Podemos suponer de forma razonable que en el inicio de nuestra Historia las personas vivían en comunidades muy compenetradas y bien organizadas, en las que todos y cada uno de sus miembros conocerían bien todas las tareas fundamentales. Todos sabrían cocinar, hacer fuego o fabricar los útiles más básicos, y participarían en la recolección de alimentos y materias primas. También es razonable sospechar que no todas las personas tenían las mismas habilidades, y que se repartirían las tareas según sus capacidades, su fuerza o sus preferencias. Seguramente unos eran más hábiles que otros siguiendo el rastro de los animales, y otros más eficaces y precisos tallando puntas de sílex o fabricando agujas de hueso.
Las agujas aparecen en las cuevas del Paleolítico entre todos los demás útiles de la vida cotidiana, pero en alguna ocasión han aparecido también entre lo que parecía ser el equipo de un cazador. Es el caso de un lugar del Paleolítico donde se encontró, entre puntas de caza y un propulsor, una pequeña aguja muy fina fabricada en hueso y su cajita con tapa, ¡toda una exquisitez!.
Las agujas han resultado ser uno de los grandes inventos del Paleolítico, ya que 18000 años después continuamos fabricándolas tal cual como fueron ideadas las primeras, aunque en un material diferente. Ahora se fabrican de manera industrial, y todos conocemos este útil, aunque muy pocos saben utilizarlas. Las agujas del Paleolítico son de muy diferente tamaño y grosor. Las más pequeñas, que miden sólo 3 cm y con un agujero de tan sólo 1 mm, pudieron servir para pasar el hilo o cuerda fina por las perforaciones de los colgantes, para coserlos a la vestimenta o para unir las piezas de un collar.
Los colgantes de más éxito en los tiempos de Altamira fueron los fabricados con dientes de ciervos, ya que aparecen con frecuencia en los yacimientos arqueológicos, y los encontramos tanto en tumbas de mujeres como de hombres. Para fabricar colgantes y otros tipos de adornos también eligieron conchas y dientes de otros animales, como zorro, jabalí, bisonte y uro, incluso de león. A partir de los datos arqueológicos podemos imaginar que tanto mujeres como hombres se adornaban con normalidad, pero no es posible saber si determinados tipos de adornos diferenciaban a hombres o mujeres.
Aquí os presentamos un campamento paleolítico en el País de Altamira: imaginad si las agujas y adornos eran para él o para ella, o eran cosa de todos. Ya estamos esperando vuestras historias para el país de Altamira. ¡Hasta pronto!