Desde la entrada de la cueva de Altamira hace 15000 años se podía contemplar un paisaje de praderas, pobladas por manadas de ciervos y bisontes. En los alrededores de la cueva crecían pequeños bosques de avellanos, abedules y robles, aunque predominaba un paisaje de brezales, en un clima muy frío, ya que a lo largo del año las temperaturas eran 5ºC más bajas que en la actualidad.
El país de Altamira se extendía desde la montaña de sílex, La Picota al este, junto a la desembocadura del Pas, hasta la ría Tina Mayor al oeste, desde la costa hasta los puertos de la cordillera, como el de Sejos. Este es el territorio que recorrían a lo largo del año los grupos que se instalaban en Altamira largas temporadas.
Realmente este territorio fue un buen lugar para acampar en los tiempos que éramos cazadores. En esta comarca abundan las cuevas, y muchas de ellas fueron el hogar para grupos de personas en el inicio de nuestra Historia. Entre todas ellas, Altamira fue la más frecuentada, el lugar que durante más tiempo a lo largo de la Prehistoria acogió periódicamente campamentos, durante casi 20000 años. Hasta esta zona costera llegaban en invierno estas comunidades para cazar sobre todo ciervos, muy abundantes y muy rentables porque de este animal lo aprovechaban prácticamente todo. Se especializaron en los ciervos, pero en este territorio también cazaban sarrios, cabras, caballos y grandes bóvidos, como los uros y los bisontes.
Hacia el norte, detrás de las colinas que dibujan el horizonte, se intuía el mar, un poco más alejado que en la actualidad, a unos seis kilómetros. En una jornada el grupo de personas acampado en la cueva podía caminar hasta la costa, pasar el día allí recolectando lapas y caracolillos, y volver bien aprovisionado al campamento antes de que anocheciera. Por el camino encontraría abundantes rastros de los animales con los que compartía el territorio, y estaría atento a los de osos, lobos y aún leones para evitar encontrarse con ellos.
Detrás de la cueva, caminando hacia el sur y equipados con sus arpones y zurrones podían llegar en un par de horas hasta los ríos que ahora llamamos Besaya y Saja. Una vez que desaparecían las nieves más bajas del invierno, en primavera y verano era más fácil seguir el curso de los ríos valle arriba, casi hasta las montañas. La nieve era permanente en las más altas, las que se ven hacia el oeste y hoy llamamos Picos de Europa, y también en las montañas que se ven hacia el sureste, donde nace el río Miera. Hacia el este se ve desde Altamira el Monte Picota, la montaña de sílex, de donde obtenían esta roca que utilizaron para fabricar sus herramientas de piedra.
El país de Altamira estuvo habitado simultáneamente por varias comunidades familiares, acampadas en diferentes cuevas dispersas en la franja litoral. Más de una vez volvían a la misma cueva, o se refugiaban en otras próximas. Las pinturas y grabados que se conservan en el interior de las cavernas son testimonio de su presencia y de sus pensamientos importantes. Son testimonio de su quehacer cotidiano los útiles abandonados y los rastros dejados dispersos en campamentos al aire libre en los valles, o en las covachas en zonas rocosas, que nos indican dónde existieron cazaderos o acampadas más cortas para aprovisionarse de materiales, por ejemplo. Nos queda una vaga memoria de entonces, pero todo esto permite el conocimiento de lo que fuimos en el inicio de nuestra Historia.
Otras historias del País de Altamira las contaremos en otro momento no muy lejano. Esta vez con este mapa os proponemos imaginar la vida en el país de Altamira. ¿Os animáis a habitar este paisaje? ¿Os lo imagináis con sus pobladores, en sus lugares habituales, en sus recorridos? Esperamos vuestras ideas, creaciones y recreaciones: entre todos iremos dando vida a este territorio.